sábado, 27 de diciembre de 2014

De paseo por las terrazas de arroz de Banaue



Breve nota inicial: subo foto del colgante que le compré a mi colega Joyero Roger. Es un amuleto de la buena suerte. Espero que nos acompañe todo el viaje. Tanto el amuleto como la suerte, claro.

El día amaneció con las peor de las nieblas que hemos visto nunca y esa lluvia que como decía Forrest Gump no sabes de donde viene, si de arriba, de abajo o de los lados, pero que te cala hasta el alma. No era el mejor día para hacer un trecking por las montañas, así que nos lo tomamos con calma, desayunamos y decidimos hacer una visita al viewpoint (lo cierto es que fue muy aventurado pensar que en los miradores de las terrazas haría mejor tiempo y se verían todos los campos mejor que donde estábamos), pero cogimos una motillo de esas con sidecar y nos fuimos para allá a ver si se veía algo. 

Obviamente, y como se puede apreciar en las fotos, la densa niebla era igual de densa que abajo, y salvo pequeños instantes de luz en los que hacíamos alguna foto, el resto del tiempo la vista era de un gris infinito que no dejaba ver mas allá de 5 o 6 metros.

Eso sí, cuando se abría un claro de algunos segundos, el paisaje nos regalaba una visión espectacular, con todas las montañas llenas de cultivos de arroz en forma de terrazas. Hasta el mas mínimo rincón de cada risco era aprovechado para poner otro pequeño estanque donde cultivar un arroz que según nos dijeron es únicamente para el autoconsumo, puesto que la producción no llega a ser suficiente para ser comercializado. Así que todo el arroz que comemos incluso allí mismo es arroz traído de fuera !!! Increíble, pero cierto. Es algo que por otro lado reconforta. 

El hecho de que solamente se llegue allí tras 11 horas de autocar y que no sea posible comprar arroz local, hace que este reducto esté mas protegido de los turistas y no permita que se transforme en un “las vegas” del arroz.

Y eso que cada terraza para incrementar su productividad dispone de su propio muñeco “Dios del Arroz” que hace guardia al borde del estanque viendo crecer cada uno de los brotes, sanos y verdes. 




Por estas tierras tienen también multitud de estatuas representando dioses o guerreros con caras similares a los dioses de otras culturas como los Dogon y curiosos ojillos rasgados pero de enorme tamaño, labrados en madera y con distintas facturas y terminación. Yo los llamo los muñecos tupis, porque allá donde vas hay una tienda de artesanía o un incluso el propio tallador que vende estas figuras y parece que te miran a su paso en un gracioso e inerte saludo. 






Por muchas de ellas pasamos en el paseo de vuelta a Banaue. Es el mejor recorrido que se puede hacer con este tiempo. Subida a los distintos viewpoints y bajada por la misma carretera parando en todos ellos para volver a mirar las miles de terrazas de cada uno de los montes que surgen en cada recodo del camino, cruzando los dedos para que en el siguiente mirador la niebla haya descendido, ascendido o se haya ido del todo y poder ver mejor el espectáculo. 

En ese camino encontramos también muchas familias cantando villancicos al borde de su cabaña de madera o chabola de planchas de metal, siempre con una sonrisa y un Merry Christmas en su boca. Que delicia de gente. Que paseo mas bueno para reconciliarse con el genero humano. Gracias Banaue por esto. 




Sobre todo los niños fueron lo mas reconfortante, ya sea aquellos que jugaban a encender cerillas dentro del Jeepney de su padre mientras simulaban conducirlo, o aquellos que llevaban los platos llenos de comida desde la cocina hasta la casa intentando evitar que los perros les quitaran la comida en un juego tan divertido como arriesgado. 





Así se iban sucediendo uno tras otro los miradores, las cabañas y casetas formando mini pueblos de gente amable hasta el ultimo donde pudimos hacernos una foto con un anciano vestido con las ropas de la tribu antigua de los Ifugao, nombre que recibe también la comarca en la que se encuentra Banaue. Charlamos un rato con el preguntandole cuales de las terrazas de allí eran suyas, aunque por su vaga respuesta y su elevada edad pensamos que ya mas que ganar dinero con el arroz se dedicaba a ganar dinero posando en las fotos de los turistas acompañado de su traje regional. Nosotros contribuimos a ello pensando que a su edad ya se había ganado este tipo de jubilación meritoriamente. 


Y con ello llegamos al pueblo de Banaue, con sus últimas terrazas. Desde allí tomamos esta foto curiosa ya que existen una especie de cuerdas que atraviesan desde la carretera hasta el pueblo cruzando por las terrazas de arroz en una especie de tirolina, que pensamos que les serviría para mover la mercancía o herramientas de forma rápida entre los distintos puntos. Algo así como la cámara de vídeo actual que utilizan en los estadios de fútbol para las retransmisiones y se mueve por cables acortando o alargando uno u otro según se requiera. 

Son algo mas de 4 kilómetros y aproximadamente unas 3 horas dependiendo del tiempo que te recrees en los miradores. Y poco más nos dio tiempo a hacer en el día. Comimos en una terraza viendo llover sobre las terrazas de arroz y a las 7 cogimos el autobús de vuelta a Manila.

Y ahora que ya hemos vuelto a Manila y ha pasado el viaje del autobús de vuelta, puedo comentar sin que mis padres se preocupen que las carreteras por aquí son un poco regulares. 


En la foto muestro un trozo de carretera que en las ultimas lluvias ha movido un montón de tierra bajo ella y esta a punto de romperse y llevarse a cualquiera de las motillos con sidecar que pasan cada día por aquí.





Y no sólo eso, la conducción de los autobús deja mucho que desear en términos de seguridad, así como el estado de los ancianos autobuses. La otra compañía que hacia el recorrido hacia Banaue sufrió un accidente porque le fallaron los frenos y el autobús calló desde 100 metros. Ojala no vuelva a pasar, pero por la experiencia vivida, creo que es una cuestión de estadística que no haya pasado otra vez. (algunos lo llaman suerte...). 

En este bus de vuelta únicamente mejoramos respecto a la venida en que tardamos considerablemente menos. 8 horas para cubrir los cerca de 350 kilómetros que separan manila de Banaue pueden parecer muchas, pero si tenemos en cuenta que se suelen tardar 11 resulta ciertamente un logro.... o una temeridad, según se mire. La tortura del aire acondicionado a 5 bajo cero es una constante en todos los buses de Filipinas, así que no queda otra que resignarse y abrigarse bien. 

Mañana haremos un poquito mas de turismo por Manila. Ciao.

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