

Obviamente, y como se puede apreciar en las fotos, la densa niebla era igual de densa que abajo, y salvo pequeños instantes de luz en los que hacíamos alguna foto, el resto del tiempo la vista era de un gris infinito que no dejaba ver mas allá de 5 o 6 metros.

El hecho de que solamente se llegue allí tras 11 horas de autocar y que no sea posible comprar arroz local, hace que este reducto esté mas protegido de los turistas y no permita que se transforme en un “las vegas” del arroz.

Por estas tierras tienen también multitud de estatuas representando dioses o guerreros con caras similares a los dioses de otras culturas como los Dogon y curiosos ojillos rasgados pero de enorme tamaño, labrados en madera y con distintas facturas y terminación. Yo los llamo los muñecos tupis, porque allá donde vas hay una tienda de artesanía o un incluso el propio tallador que vende estas figuras y parece que te miran a su paso en un gracioso e inerte saludo.

En ese camino encontramos también muchas familias cantando villancicos al borde de su cabaña de madera o chabola de planchas de metal, siempre con una sonrisa y un Merry Christmas en su boca. Que delicia de gente. Que paseo mas bueno para reconciliarse con el genero humano. Gracias Banaue por esto.
Sobre todo los niños fueron lo mas reconfortante, ya sea aquellos que jugaban a encender cerillas dentro del Jeepney de su padre mientras simulaban conducirlo, o aquellos que llevaban los platos llenos de comida desde la cocina hasta la casa intentando evitar que los perros les quitaran la comida en un juego tan divertido como arriesgado.
Así se iban sucediendo uno tras otro los miradores, las cabañas y casetas formando mini pueblos de gente amable hasta el ultimo donde pudimos hacernos una foto con un anciano vestido con las ropas de la tribu antigua de los Ifugao, nombre que recibe también la comarca en la que se encuentra Banaue. Charlamos un rato con el preguntandole cuales de las terrazas de allí eran suyas, aunque por su vaga respuesta y su elevada edad pensamos que ya mas que ganar dinero con el arroz se dedicaba a ganar dinero posando en las fotos de los turistas acompañado de su traje regional. Nosotros contribuimos a ello pensando que a su edad ya se había ganado este tipo de jubilación meritoriamente.

Son algo mas de 4 kilómetros y aproximadamente unas 3 horas dependiendo del tiempo que te recrees en los miradores. Y poco más nos dio tiempo a hacer en el día. Comimos en una terraza viendo llover sobre las terrazas de arroz y a las 7 cogimos el autobús de vuelta a Manila.
Y ahora que ya hemos vuelto a Manila y ha pasado el viaje del autobús de vuelta, puedo comentar sin que mis padres se preocupen que las carreteras por aquí son un poco regulares.
En la foto muestro un trozo de carretera que en las ultimas lluvias ha movido un montón de tierra bajo ella y esta a punto de romperse y llevarse a cualquiera de las motillos con sidecar que pasan cada día por aquí.
Y no sólo eso, la conducción de los autobús deja mucho que desear en términos de seguridad, así como el estado de los ancianos autobuses. La otra compañía que hacia el recorrido hacia Banaue sufrió un accidente porque le fallaron los frenos y el autobús calló desde 100 metros. Ojala no vuelva a pasar, pero por la experiencia vivida, creo que es una cuestión de estadística que no haya pasado otra vez. (algunos lo llaman suerte...).
En este bus de vuelta únicamente mejoramos respecto a la venida en que tardamos considerablemente menos. 8 horas para cubrir los cerca de 350 kilómetros que separan manila de Banaue pueden parecer muchas, pero si tenemos en cuenta que se suelen tardar 11 resulta ciertamente un logro.... o una temeridad, según se mire. La tortura del aire acondicionado a 5 bajo cero es una constante en todos los buses de Filipinas, así que no queda otra que resignarse y abrigarse bien.
Mañana haremos un poquito mas de turismo por Manila. Ciao.
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