


Pero aquí estamos por fin, disfrutando de un hotelazo con una playa privada que quita el hipo y que disfrutamos nada mas llegar con un bañito postrero a la caída del sol, no sin cierto fresco por el vientecillo al salir, pero reconfortante después de tantas horas de viaje.
Boracay es flipante. Es una playa paradisiaca kilométrica, llena de hoteles, chiringuitos de playa, bares, discotecas que primero son restaurantes, luego cafeterías de tarde y luego otra vez discotecas y cualquier otro tipo de establecimiento que se te pase por la cabeza. Un poco ibiza, pero mas lleno aun si cabe de turistas.
Después de un paseito nocturno, unos Siomai (una especie de Dim sum) y un gulaman (exquisito zumo de no-se-qué con gominolas), algo de cena y un par de cerves, la cama nos llamaba a voces y acabamos rendidos a sus cantos de sirena.
Mañana mas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario